lunes, 6 de febrero de 2017

COLMENARES DE POLINIZACIÓN DE LA FUNDACIÓN AMIGOS DE LAS ABEJAS

La Fundación Amigos de las Abejas posee un total de 6 colmenares de polinización, todos ellos situados en la Provincia de Guadalajara, entre las comarcas naturales de la Sierra de Ayllón (cinco colmenares) y el Alto Tajo (un colmenar).
Sierra de Ayllón:
-Peña del Guijo (Hayedo de Tejera Negra / Cantalojas): 20 colmenas Layens
-Ermita de San Pedro (Valle de Sonsaz / Cantalojas): 20 colmenas Layens
-Arroyo de la Angostura (Valverde de los Arroyos): 6 colmenas Perfección
-Solana del Bacho (Campillo de Ranas): 6 colmenas Perfección
-Monte de Jócar (Arbancón): 20 colmenas Layens
Alto Tajo:
-Pinar de Selas (Selas): 20 colmenas Layens

SIERRA DE AYLLÓN:

Los dos colmenares situados en Cantalojas (Tejera Negra y Valle de Sonsaz) se encuentran en lugares de orografía montañosa, muy apartados, con duros inviernos y de difícil acceso. Su finalidad es la de polinizar áreas forestales remotas en donde ya no quedan abejas silvestres para polinizar estos bosques y en donde tampoco existen colmenas de apicultores dada la larga distancia que es preciso recorrer desde los núcleos habitados más cercanos.

El colmenar de Tejera Negra se localiza en una pradera ligeramente elevada sobre el cauce del Río Zarzas, rozando los 1.600 metros de altitud y rodeada de montañas cuyos picos superan los 1.900 e incluso alcanzan los 2.000 metros de altitud. El Valle del Zarzas es un valle en “V” típico de montaña, encajado sobre pizarras negras del silúrico. El relieve es muy abrupto con cresterías rocosas que a menudo culminan en escarpados cuchillares.

Su climatología, propia de ámbitos de alta montaña, destaca por sus rigurosos inviernos con fuertes heladas (-2ºC de temperatura media en el mes de enero) y por sus veranos cortos y frescos (15ºC de temperatura media en el mes de julio). Sus precipitaciones se sitúan en torno a los 1.050 milímetros anuales, con frecuentes nevadas invernales, abundantes lluvias durante la primavera y el otoño y nieblas de relieve en verano que mitigan los efectos de una corta sequía estival.
La vegetación dominante son los hayedos (Fagus sylvatica) en las laderas de umbría junto con enclaves relictos de tejos, acebos, serbales, álamos temblones,… y los robledales (Quercus pyrenaica y Quercus petraea) en las laderas de solana. En las cumbres montañosas dominan los matorrales de alta montaña de la asociación  brezal-arandanera.  La formación del bosque de ribera está compuesta por abedulares (Betula pubescens). Fruto de las explotaciones forestales del pasado, son frecuentes los matorrales de brezo (Erica australis, Erica arborea y Calluna vulgaris), retama (Cytisus scoparius y Genista florida) y piorno (Adenocarpus hispanicus). Existen también pinares de repoblación de Pinus sylvestris.
Tejera Negra es un macizo montañoso muy apartado, de difícil acceso y con una climatología muy adversa, lo que propicia que no sea aprovechado ni por los apicultores locales ni por los trashumantes. Antaño, en los troncos huecos de los ejemplares centenarios de hayas y robles había enjambres de abejas silvestres que, a falta de las colmenas de los apicultores, cumplían la importantísima misión de polinizar estos bosques y matorrales de montaña. Pero desde la aparición de la Varroa estos enjambres silvestres han terminado por desaparecer, existiendo un déficit de polinizadores en áreas de montaña remotas como la que nos ocupa.
(*) Una anécdota: los pastores y ganaderos que en verano llevaban a pastar sus reses a los prados de montaña de Tejera Negra se aprovisionaban debidamente de miel. Cogían estiércol de vaca seco, le prendían fuego y lo arrojaban en el interior de los troncos huecos de los árboles centenarios donde había enjambres de abejas. Las abejas se quedaban aturdidas por la presencia del humo, momento en el cual los pastores aprovechaban para introducían el brazo, previamente envuelto en una camisa, en el interior de la oquedad del árbol para robarle la miel a las abejas.
El colmenar de polinización que la Fundación Amigos de las Abejas posee en Tejera Negra cumple una gran labor ecológica al contribuir al mantenimiento de la biodiversidad de los ecosistemas de flora de montaña: hayedos, robledales, praderas de cervunal, matorral y pastizal de alta montaña,…ecosistemas de una gran riqueza biológica a la par que de una gran fragilidad frente a agentes externos: sobreexplotación del medio, incendios, los efectos que a corto-medio plazo puede producir el cambio climático,…en definitiva, la pérdida de biodiversidad.  

 
Colmenas de Tejera Negra enterradas por la nieve


Una segunda labor de polinización más específica que cumple el único colmenar de montaña presente en el interior del Macizo de Tejera Negra, es la de colaborar en la recuperación de la cubierta vegetal original tras el incendio sufrido por los pinares de repoblación de la cabecera del Valle del Zarzas. Un denso brezal-retamar cubre en la actualidad la ladera de solana donde antaño hubo un pinar de repoblación que quedó calcinado tras un incendio forestal sufrido hace ya más de dos décadas. Entre el tupido matorral, despuntan jóvenes ejemplares de hayas, robles, abedules, serbales de cazadores,…Pero la labor de recuperación del bosque autóctono está siendo muy lenta en esta ladera y una de las medidas para acelerar los procesos de recuperación de la cubierta vegetal original ha sido la de instalar el colmenar de polinización propiedad de la Fundación Amigos de las Abejas.

El colmenar del Valle de Sonsaz se localiza en una pradera de solana a unos 1.650 metros de altitud, en la cabecera del valle y en las inmediaciones de las fuentes que dan origen al Río Sonsaz. El relieve es alomado, con cerros pizarrosos que superan los 1.800 metros de altitud. Al igual que el colmenar anterior, es un lugar apartado, de climatología adversa, de difícil acceso y en donde tampoco hay colmenas de apicultores que puedan colaborar en las tareas de polinización.
Las condiciones climatológicas son similares a las del colmenar de Tejera Negra, es decir un clima frío y húmedo de montaña con frecuentes nevadas en invierno y un período de heladas seguras durante diez meses al año.
El robledal (Quercus pyrenaica y Quercus petraea) era el bosque original en el Valle de Sonsaz, junto con reductos de especies de flora atlántica: tejedas, acebedas, abedulares y probablemente algún rodal de hayas. Pero el relieve alomado de la cabecera de este valle, con la ausencia de profundos barrancos o escarpes verticales, unido a los frescos y húmedos veranos que se registran, provocaron la desaparición de este bosque original para la obtención de pastizal de montaña. Pastos de verano donde acudían miles de cabezas de ganado ovino y también de vacuno procedentes del Sur en busca de pastos frescos y tiernos.
En la década de los 50 del pasado siglo ya no se practicaba la trashumancia y el antiguo ICONA repobló de pinos silvestres (Pinus sylvestris) toda la cabecera del valle. Con la desaparición de la ganadería, los matorrales de brezo (Erica arborea y Erica australis), jara estepa (Cistus laurifolius)  y retama de escoba (Cytisus scoparius) volvieron a recuperar rápidamente los terrenos que antaño eran pastizal.

(*) Nota: la huella trashumante todavía está presente en la cabecera del Valle del Sonsaz. Se conservan las ruinas de una antigua venta para viajeros, La Venta de la Vieja, al igual que las ruinas de dos ermitas, San Pedro y Santa Ana, donde practicaban el culto religioso los pastores trashumantes y las ruinas de numerosos “chozos” y “casillas” de pastores donde se refugiaban o pernoctaban durante su estancia estival. Por el valle cruzaba un cordel de la Cañada Real y en la toponimia local aparecen nombres ligados a la gandería: Collado de La Mesta, Collado de las Tijerillas, Los Casarejos, Reajo de las Yeguas,…
El colmenar que la Fundación Amigos de las Abejas posee en la cabecera del Valle del Sonsaz cumple el papel de colmenar de polinización de un área remota de montaña en donde hay déficit de insectos polinizadores y en donde tampoco hay colmenares de apicultores locales ni transhumantes. Pero hasta hace pocos años este colmenar de Sonsaz era conocido como el “Colmenar 00” y se instaló precisamente en un lugar tan apartado con la finalidad de experimentar la incidencia de la Varroa en unas colmenas libres de tratamiento veterinario alguno, en un lugar libre de contaminación y libre de pesticidas. Las muestras de Varroa eran recogidas anualmente y analizadas en laboratorio como parte un ensayo para conocer la resistencia de la misma y los posibles medios para su erradicación.

El colmenar de Valverde de los Arroyos se encuentra en las faldas del Pico Ocejón (2.049 metros), al pie de un pequeño escarpe en la ladera del Arroyo de la Angostura. El clima del lugar donde se localiza este colmenar es mucho más benigno que el de los colmenares de montaña situados algo más al Norte, en Cantalojas.
Valverde de los Arroyos se asienta sobre un terreno cuarcítico de relieve típicamente “apalachense”, con una sucesión de antiguos plegamientos francturados, agudos cresteríos y laderas pedregosas de fuerte pendiente.
Es un terreno dominado por el brezal (Erica australis, Erica arborea y Calluna vulgaris) – cantuesar (Lavandula stoechas). Antaño era un terreno ocupado por el robledal o melojar húmedo de Quercus pyrenaica con la presencia de enclaves con especies de óptimo eurosiberiano: álamo temblón (Populus tremula), serbal de cazadores (Sorbus aucuparia), acebo (Ilex aquifolium),…pero las quemas para la obtención de pastos terminaron por esquilmar prácticamente estos bosques.
En las últimas décadas, el bosque de robles autóctono se ha recuperando de manera sorprendente en el fondo del valle donde se asienta el colmenar. A ello ha contribuido  la emigración  a las  ciudades, el  abandono  de las  actividades


Colmenar de polinización del Valle del Zarzas (Tejera Negra) durante la época de la floración


tradicionales y las propias condiciones microclimáticas de Valverde de los Arroyos, con inviernos y veranos suaves y abundantes precipitaciones durante la primavera y el otoño. Junto a los robles, podemos ver magníficos ejemplares de álamos y jóvenes pies de castaño (especie introducida en época relativamente reciente pero que se ha asilvestrado en el bosque de su entorno).
La apicultura tradicional siempre ha estado muy arraigada en Valverde de los Arroyos gracias a su clima benigno y a la abundancia de plantas melíferas, existiendo numerosos apicultores locales y habiéndose celebrado por parte de la Fundación Amigos de las Abejas cursillos de apicultura en la localidad.
El colmenar de polinización de Valverde está aportando su granito de arena a la regeneración del bosque autóctono tras siglos de sobreexplotación del medio, pero a su vez este colmenar cumple una misión educativa ya que forma parte del proyecto de apiturismo conocido como “Rutas de Flora y Miel”.
(*) Nota: la Fundación Amigos de las Abejas en colaboración con la asociación Viajando por los Pueblos Negros ha diseñado y señalizado un sendero de apiturismo en Valverde de los Arroyos con el fin de divulgar y concienciar a la población acerca del importante papel que juegan la abeja melífera y la apicultura en la polinización y el mantenimiento de los ecosistemas.

El colmenar de Campillo de Ranas se localiza en la ladera de solana contigua a una dehesa del pueblo. La topografía del entorno es relativamente llana con pequeños barrancos pizarrosos que delimitan superficies de erosión compuestas por cantos rodados.
Sus condiciones climatológicas son diferentes a las de la vertiente septentrional de la comarca, con una menor presencia de nieve en invierno, veranos más calurosos y un nivel de precipitaciones algo menor.
Su vegetación climax es el melojar de Quercus pyrenaica si bien el robledal original ha quedado reducido a pequeñas manifestaciones aisladas de monte bajo o a dehesas con ejemplares dispersos de robles trasmochados, dominando en el paisaje actual el matorral de sustitución compuesto por jarales de Cistus ladanifer (jara pringosa).
Las quemas para la obtención de pastos, el carboneo, una agricultura cerealista de subsistencia y el sobrepastoreo fruto de una importante carga ganadera, produjeron una paulatina pérdida de suelos que en la actualidad, pese al cese de la mayor parte de las actividades tradicionales, se traduce en una inapreciable recuperación de la cubierta forestal original.


Colmenar de Valverde de los Arroyos al abrigo de un escarpe de cuarcitas



Es terreno de una gran tradición apícola, tanto en la actualidad como en el pasado y así lo demuestra la destacada presencia de antiguos colmenares con colmenas de tronco e incluso la presencia de un “cortín”, de los tiempos en los que hubo osos por estos parajes.
Al igual que en el caso del colmenar de polinización anterior, el colmenar de Campillo de Ranas no solo colabora en el mantenimiento de los ecosistemas naturales a través de la polinización sino que también posee una función divulgativa al formar parte de otro de los recorridos de apiturismo interpretativos conocidos como “Rutas de Flora y Miel”.

El colmenar del Monte de Jócar se encuentra en la vertiente Sur de la Sierra de Ayllón, en el contacto entre los materiales siliceos de la sierra, una orla de calizas que rodea a la misma y las tierras arcillosas de superficies llanas o rañas que preceden al Valle del Henares. Su climatología también es la propia de un terreno de transición entre la montaña y la llanura, poseyendo características de ambos; inviernos algo más fríos que en el llano y veranos algo más calurosos que en la sierra. El total de precipitaciones también es ligeramente superior al del Valle del Henares pero inferior al que se registra en la Sierra de Ayllón.
La variedad litológica nos aporta a su vez variedad en el tapiz vegetal. En el sector pizarroso de la sierra, la vegetación potencial es la del melojar (Quercus pyrenaica) y el encinar (Quercus rotundifolia) en las solanas y fondos de barrancos. Las quemas para la obtención de pastos y el carboneo esquilmaron el robledal dando paso a un matorral de sustitución donde son dominantes la jara pringosa (Cistus ladanifer) y los enebros (Juniperus communis y Juniperus oxycedrus). En el período de reforestaciones llevado a cabo por el ICONA durante la segunda mitad del siglo XX estos montes fueron repoblados con pino resinero (Pinus pinaster).  
En la orla de calizas, la vegetación potencial es la del sabinar albar (Juniperus thurifera) con la presencia de encinas y enebros como principales especies acompañantes y el cantuesar-tomillar como etapa final de sustitución. Un incendio forestal acaecido recientemente, destruyó en parte la mejor representación de sabinar albar del Monte de Jócar. La labor de polinización que ejercen las abejas de este colmenar sin duda que aumenta su valor como “restauradoras del monte” tras dicho incendio.
En las superficies arcillosas de raña, la vegetación potencial es la del quejigar (Quercus faginea). Las partes llanas culminantes se encuentran cultivadas por cereal de secano, mientras que las laderas están pobladas por monte bajo de quejigar y matorrales de jara pringosa y enebros como su etapa de sustitución. El quejigar fue en tiempos carboneado y presenta un aspecto achaparrado. Los bordes de las superficies de raña presentan llamativas y profundas cárcavas que nos hablan de episodios pasados de sobreexlotación del quejigar.



"Ruta de Flora y Miel" en Valverde de los Arroyos y colmenas de tronco recuperadas para este sendero por su valor etnográfico




ALTO TAJO:

El colmenar del Pinar de Selas se ubica en terrenos de roca arenisca y conglomerados. Su clima es marcadamente continental con inviernos largos y fríos y veranos cortos y frescos, rondando el total de sus precipitaciones los 600 milímetros anuales.
El melojar (Quercus pyrenaica) en las vaguadas húmedas, el quejigar (Quercus faginea) en los suelos arenosos y mejor desarrollados y el pinar resinero o “rodeno” (Pinus pinaster) en los terrenos más rocosos y de mayor pedregosidad son su vegetación climax, destacando entre los matorrales de sustitución la jara estepa (Cistus laurifolius), la lavatera (Lavatera oblongifolia), el enebro (Juniperus communis) o en las vaguadas más húmedas el brezo blanco (Erica arborea).
La comarca donde se encuentra el colmenar de Selas experimentó un importante desarrollo de la industria resinera con la creación de fábricas para la transformación de la resina en Mazarete y  Anquela del Ducado. Ello supuso el favorecimiento del pinar resinero para la extracción de la resina en detrimento del melojar y el quejigar, transformando prácticamente toda la Sierra del Ducado en un extenso pinar resinero monoespecífico.
Las masas boscosas de pinar monoespecífico son propensas a sufrir grandes incendios y en el año 2005 un devastador incendio se llevó por delante 13.000 Hectáreas de pinar y 11 vidas humanas. Poco más de una década después de aquella tragedia la vegetación autóctona continúa con el lento proceso de regenerado del monte. Todavía no es un bosque como antes, sino un terreno cubierto por matorral donde despuntan ejemplares dispersos de melojos, quejigos y pinos resineros que con el tiempo terminarán por formar un bosque mixto, alejado de aquel pinar monoespecífico de antaño.
El colmenar de polinización que la Fundación Amigos de las Abejas posee en el Pinar de Selas forma parte del proyecto de medidas encaminadas a la recuperación de la vegetación natural tras el gran incendio del año 2005. Una pequeña labor de polinización para un territorio a recuperar demasiado grande pero sin duda una gran labor no exenta de setimentalis

sábado, 24 de septiembre de 2016

CUATRO ÁRBOLES SINGULARES DE TEJERA NEGRA:



Como se suele decir en estos casos, no son todos los que están ni están todos los que son, pero esta es una pequeña selección de árboles singulares de la Sierra de Tejera Negra, en el Macizo de Ayllón.
Lamentablemente, la moda de querer abrazarse a los árboles está haciendo mucho daño a nuestros queridos ancianos de los bosques. Los representantes más genuinos de un pasado que ya no volveremos a ver (en algunos casos para mal pero en otros para bien). Por eso en esta pequeña selección el principal criterio que se ha seguido es el de contar la historia de cuatro grandes árboles que no corran una seria amenaza en caso de que se ponga “de moda” el ir a visitarlos; unos porque ya son de sobra conocidos y otros porque en su entorno se encuentran lo suficientemente protegidos.
Esta es la historia de las vidas paralelas de cuatro árboles centenarios de Tejera Negra pertenecientes a cuatro especies distintas. Unas vidas que conocieron, el fuego, el hacha, la ganadería, el rayo,…contratiempos naturales a veces pero provocados por el hombre la mayor parte de las veces.
Antes de seguir, recordaros que si nos acercamos a los grandes árboles compactamos el suelo con lo que el agua de la lluvia no penetra bien hacia las raíces y los árboles terminan secándose y por lo tanto se mueren. Una vez y dos y tres…no pasa nada, pero somos miles de millones de habitantes sobre la faz de la Tierra y con que a 1.000 de nosotros se nos ocurra cada año acercarnos a un árbol centenario, este lamentablemente morirá. Por eso por favor, NO HAY QUE ABRAZARSE A LOS ÁRBOLES ya que ellos no necesitan de nuestro cariño, solo que les dejemos en paz.

EL TEJO DE LA SENDA DE CARRETAS (Taxus baccata)





Este tejo centenario se sitúa en la umbría del hayedo del Río Lillas, junto a la Senda de Carretas. En este tramo de hayedo se practicó secularmente el carboneo, consistente en la corta a matarrasa de la superficie forestal para la posterior quema de la madera en grandes pilas de leña situadas sobre plataformas de piedra; las carboneras. Mediante la quema a fuego lento de toda esta madera se obtenía el carbón vegetal, el cual era transportado en carretas tiradas por tracción animal para posteriormente ser vendido en los mercados de las villas y ciudades.
La ladera de hayedo donde se ubica este tejo se encuentra surcado por varios caminos de carretas paralelos a la pendiente y actualmente ya abandonados. Igualmente, aún hoy en día se reconocen perfectamente las antiguas plataformas de piedra o carboneras.  
En los bosques donde se practicó el carboneo es difícil ver grandes ejemplares debido a la intensa explotación que sufrieron los mismos e igualmente es difícil encontrarnos con especies arbóreas diferentes a la especie dominante. Esto es lo que le ocurre a nuestro tejo, un centenario ejemplar solitario y rodeado de una masa uniforme de hayas de aspecto aparentemente juvenil fruto de la práctica del carboneo.
El tejo de la Senda de Carretas ha sobrevivido milagrosamente, junto a un camino de carretas, a siglos y siglos de una intensa explotación del monte por parte de la mano del hombre y no es por lo tanto fruto de la casualidad. La madera de tejo, gracias a su gran flexibilidad, antaño era muy preciada para tornear y en ebanistería. Las ramas del tejo fueron además las más cotizadas para la fabricación de arcos, flechas, lanzas,…
El tejo es un árbol de elevada toxicidad y su veneno ha sido empleado desde la antigüedad. Actualmente el alcaloide de la taxina, procedente del tejo, es empleado para la curación de diversos cánceres.
Es un árbol cargado de mitología y fue considerado sagrado por numerosas tribus prerromanas, siendo frecuentemente asociado al concepto de la muerte y el más allá; prueba de ello los tejos centenarios que presiden los cementerios y ermitas de numerosos pueblos y aldeas de montaña.
El tejo de la Senda de Carretas ha permanecido inmutable al paso del tiempo, justo al borde del camino, porque aquellos carboneros que explotaron las hayas durante siglos aprovecharon  las excelentes condiciones que les propiciaba la dura, resistente y flexible madera del tejo para la fabricación de sus diversas herramientas, los ejes de sus carretas,...

EL CEREZO DEL PUENTE (Prunus avium)





En las juntas de los ríos Lillas y Zarzas se levanta un gran puente de pizarra y junto a él hay un viejo y retorcido cerezo centenario; uno de los más grandes de toda la Sierra de Ayllón.
Tras la unión de los ríos Lillas y Zarzas, el río resultante pasa a denominarse Sorbe de la Hoz o Río de la Hoz y el entorno del fondo de valle de estos ríos es el de amplias praderas del tipo de pasto cervunal en donde hace lo propio la extensa cabaña ganadera de vacuno de Cantalojas.
Es un paraje de gran belleza y de un destacado valor etnográfico: varios puentes compuestos por grandes losas de pizarra cruzan estos ríos, aunque desgraciadamente algunos ya se encuentran hundidos y en las laderas de pastizal aún se conservan en pie algunas parideras o tainas de pizarra con tejados de teja árabe.
Siempre ha sido un lugar de gran tradición ganadera y de hecho, un cordel derivado de la Cañada Real Soriana Occidental, procedente de Majaelrayo, cruza por uno de estos puentes.
El Puente del Cerezo es como se denominan tanto al paraje como al puente donde se encuentra nuestro centenario protagonista.
Los cerezos silvestres, es decir los que no han sido plantados por el hombre en sus huertos, son especies acompañantes en los bosques de robles de áreas montañosas de clima relativamente  suave y lluvioso.  En nuestra comarca los podemos encontrar dispersos en el interior de los robledales de la Sierra del Cardoso o en las manchas de robles del Valle del Sorbe (Valverde de los Arroyos, La Huerce,…). Sin embargo en la Sierra de Tejera Negra no son nada frecuentes dado que las condiciones climatológicas son más frías, siendo el Cerezo del Puente uno de los escasísimos ejemplares presentes en el término de Cantalojas.
El cerezo silvestre es una especie exigente en humedad y por lo tanto prefiere las proximidades a cursos de agua o chortales (terrenos fangosos) en el seno del robledal. El Cerezo del Puente se encuentra también junto al cauce del río y la principal misión que siempre ha tenido, dada su ubicación en una amplia pradera muy pastoreada, ha sido la de dar sombra al ganado.
Su actual tamaño y morfología nos delatan las antiguas podas que ha sufrido con la finalidad de aportar ramas “tiernas” al ganado y de servir de lugar de sesteo al mismo. En la actualidad esta función de sombra ya no la cumple y tras dejar de realizarse las periódicas podas de su copa, esta ha perdido la forma redondeada que servía para dar sombra a las vacas.


EL HAYA DE LA PRADERA DEL LILLAS (Fagus sylvatica)





Este gran ejemplar de haya situado al final de la amplia pradera de pasto cervunal del Valle del Lillas, con más de 5 metros de circunferencia, puede presumir de ser el haya de mayor diámetro de Tejera Negra.
Se ubica en cuesta, en un terreno de brezal y a escasos metros de distancia del cauce del Río Lillas. Aguas arriba del haya, el valle se cierra y un extenso hayedo cubre toda la vertiente de umbría hasta las mismas fuentes del Río Lillas, al pie de La Buitrera. Mientras que aguas abajo del haya singular, el valle se abre dando comienzo a una larga pradera de fondo plano que continúa hasta sobrepasar la junta con el Río Zarzas.
Este ejemplar centenario ha conocido por lo tanto dos tipos de aprovechamientos antrópicos del monte muy dispares: el aprovechamiento forestal del bosque de hayas y el ganadero de la pradera de cervunal.
El hayedo de la cabecera del valle del Lillas ha sido secularmente explotado en función de la propia orografía del terreno: para carboneo en aquellas laderas más accesibles, para entresacas de madera en los barrancos más abruptos o como bosque adehesado en las laderas situadas en las inmediaciones del río.
Nuestro protagonista no se encuentra solo y a escasos metros, en la entrada de un pequeño barranco, se localizan otras 4 hayas de gran tamaño. Estos árboles centenarios son el último vestigio de una antigua y pequeña dehesa de hayas hoy ya desaparecida. Las dehesas son formaciones mantenidas por el hombre artificialmente pero si este las abandona, el matorral y posteriormente los árboles jóvenes recolonizan rápidamente el suelo de pastizal. Por eso hoy en día, en torno al haya centenaria vemos un denso brezal y un joven hayedo.
Cuando el Haya de la Pradera del Lillas era joven, formaba parte del borde de un hayedo ya casi en contacto con el río. Se talaron los ejemplares que había a su alrededor y el haya al tener más sitio comenzó a aumentar de diámetro. Al mismo tiempo y de forma periódica, su copa era podada con lo cual el árbol adquiría un gran porte. Se convierte así en un árbol trasmochado de tronco grueso y gran copa redondeada. Las podas periódicas de su copa nutren de gran cantidad de leña a los vecinos del pueblo y bajo su sombra sestea el ganado durante los meses de verano tras haber estado comiendo el pasto y bebiendo del río cercano. Así lo que antaño era un bosque ahora es una pradera en cuesta con grandes árboles dispersos.
Pero el gran árbol también alimentaba al ganado: en primavera, cuando brotaban las hayas, estas comenzaban a desarrollar nuevas ramas con hojas tiernas. Era el momento en el cual el pastor se subía con un hacha a la copa del árbol y cortaba todas estas ramas tiernas cayendo al suelo donde el ganado las esperaba impaciente para alimentarse a base de hojas tiernas.

EL ROBLE DE LAS GÜENSAS (Quercus pyrenaica)





Por  la Loma de La Torrecilla, cordal que separa los valles de los ríos Lillas y Zarzas, discurre en la actualidad el recorrido de senderismo conocido como La Senda del Robledal. A ambas vertientes de esta loma se desarrolla un robledal o melojar de Quercus pirenaica que en algunos sectores se encuentra bastante bien conservado y cuenta con notables especies acompañantes tales como: haya, abedul, serbal de cazadores, mostajo, manzano silvestre, roble albar, tejo, acebo, enebro, sabina albar e incluso el viburno (Viburnum lantana).
En las inmediaciones de La Senda del Robledal, en una pronunciada vertiente de solana y entre pinos de repoblación aterrazados, se localiza este gran roble melojo centenario desafiando al tiempo y tras haber vivido multitud de cambios en el paisaje vegetal de su entorno.
La Loma de La Torrecilla discurre en dirección Este-Oeste con lo cual posee unas vertientes de solana y umbría muy contrastadas. En la vertiente de umbría, mucho más húmeda, se ha conservado mejor el bosque de robles ya que al disponer los árboles de una mayor sombra y humedad su crecimiento era más rápido que en la ladera contraria y se realizó un tipo de explotación que buscaba el obtener una mayor rentabilidad del mismo: los robles eran entresacados para la obtención de leñas pero no cortados a matarrasa.
En la ladera de solana el crecimiento de los árboles es más lento y a eso hay que sumarle la pobreza del suelo fruto de su naturaleza pizarrosa. El hombre se adaptó a estas condiciones realizando una explotación del robledal muy distinta, mediante cortas a matarrasa y quemas del matorral para la obtención de pastizal.
El Roble de Las Güensas antaño se encontraba solitario en un terreno de pastos; una ladera que era quemada periódicamente para eliminar el matorral y a los nuevos rebrotes de melojos y obtener así pasto fresco para el ganado. Sobrevivieron él y algunos pocos robles más con la finalidad de dar sombra al ganado; como ejemplares de seteo
Para que el roble centenario cumpliera bien su finalidad de dar sombra, su copa era podada periódicamente y su leña acarreada hasta el pueblo. Además, las ramillas finas eran cortadas anualmente en primavera para que el ganado pudiera alimentarse de las hojas tiernas recién brotadas; el ramoneo.
Tras el cese de la trashumancia y el abandono de los montes, el bosque vuelve a recolonizar y hoy un monte bajo de robles melojos y jaras estepas recubre la ladera. Previa a esta recuperación natural, se realizaron unos desafortunados aterrazamientos con pinos silvestres.
El gran roble, hoy en día rodeado de pinos de repoblación, cumple una gran misión como refugio para la fauna del bosque en las oquedades de su tronco.



sábado, 21 de marzo de 2015


LOS PINARES SILVESTRES Y ABEDULARES OROMEDITERRÁNEOS:

BOSQUES POR ENCIMA DE SU LÍMITE ALTITUDINAL (PARTE II):

             En la anterior entrada del blog comenzamos a abordar aquellas formaciones boscosas de la Sierra de Ayllón que penetran en el piso del matorral de altura (piso oromediterráneo) y nos detuvimos concretamente en los hayedos de altura (ver entrada blog de febrero de 2015: LOS HAYEDOS DE ALTURA). En esta ocasión vamos a hacer lo propio con los pinares silvestres de altura y con los escasísimos reductos de abedular-temblonera presentes en el piso oromediterráneo.

 LOS PINARES SILVESTRES OROMEDITERRÁNEOS:

A diferencia de los hayedos que no son bosques propiamente de montaña, sino más bien bosques caducifolios de clima Atlántico, los pinares silvestres de Pinus sylvestris si son bosques de montaña y de clima frío de carácter continental. Por lo tanto a esta conífera no le supone ningún esfuerzo penetrar en el piso bioclimático del matorral de altura (en nuestro clima, el piso oromediterráneo).

Es tal su resistencia al clima frío de las montañas y a la acusada continentalidad, que el pino silvestre es la conífera forestal más abundante del Planeta: cinturón de La Taiga (toda Siberia y Escandinavia), Cáucaso, Cárpatos, Alpes, Balcanes, Pirineos, Urbión-Neila-Cebollera, Sierra de Guadarrama, Montes Universales,…todos ellos lugares de clima frío de montaña y de marcada continentalidad.

El pino silvestre posee un sistema radical tan potente que le permite soportar firmemente las inclemencias meteorológicas más adversas y en cualquier tipo de terrenos por abruptos que resulten, con lo cual coloniza con facilidad aquellos terrenos más expuestos y escarpados de las cumbres montañosas.

En el Macizo de Ayllón y olvidándonos de todas las hectáreas de pinares silvestres de repoblación que cubren por doquier las laderas serranas, el pinar silvestre de manera natural tan solo cubre dos franjas paralelas en el extremo nordeste del Macizo; sin duda alguna el sector más frío y continental. Una franja sobre calizas en las parameras de la Sierra de Pela (1.548 m.) y otra franja sobre cuarcitas en la vertiente norte de la Sierra del Alto Rey (1.858 m.).

En el pasado también hubo pinares silvestres de manera natural, es decir sin ser repoblados por el hombre, tanto en los macizos del Pico del Lobo como en el de la Tejera Negra y probablemente ocuparían aquellos terrenos más escarpados y expuestos a los fuertes vientos de las laderas montañosas. Allí donde ni hayas ni robles querrían estar.

Así lo atestiguan los escasos pinos solitarios (no plantados y de demostrada longevidad) del Valle del Ermito, Peñalba de la Sierra o el Valle del Zarzas, así como algunos topónimos locales. Los pinares autóctonos desaparecieron del Macizo del Lobo y de la Tejera Negra hace ya algunos siglos fruto de los frecuentes incendios forestales provocados por el hombre para la obtención de pastos. Esta práctica secular estuvo muy extendida en las montañas peninsulares para la obtención de pastizales de altura a fin de favorecer la ganadería trashumante durante los meses de verano (algo muy similar a lo ocurrido con los pinares que antaño cubrían la vertiente norte de Gredos).

Los incendios provocados de manera periódica fueron sufridos también por los hayedos y robledales pero a diferencia del pino, el haya y el roble rebrotan de raíz (incluso después de haber sido cortado el árbol o de haberse quemado en un incendio) y sin embargo el pino no regenera de raíz.

Centrándonos ya en una de las dos únicas manifestaciones autóctonas de Pinus sylvestris presentes en la actualidad en el Macizo de Ayllón, la franja de pinar de la vertiente norte de la Sierra del Alto Rey, esta asciende sin dificultad hasta la parte culminante de los cordales montañosos de dicha sierra. Y al igual que ocurre con los hayedos de altura que explicamos en la anterior entrada del blog (febrero de 2015), en este caso podemos hablar de la existencia de pinares silvestres de altura.



                 En la cumbre del Mojón Cimero se localiza el mejor pinar de altura con numerosos ejemplares de gran porte.

 
  
            
Del mismo modo que en los hayedos, el término pinar silvestre de altura no hace alusión a ninguna subespecie de pino silvestre ni a otro bosque diferente, sino a determinadas superficies culminantes del pinar de la Sierra del Alto Rey en donde en vertientes de umbría y aproximadamente en torno a la cota 1.750-1.800 metros, las adversas condiciones meteorológicas imperantes le confieren un aspecto singular y diferenciador a estos sectores del resto de la masa forestal.

 
La combinación de fuertes rachas de viento con el peso de la nieve sobre las copas de los árboles, supone un destacado agente modelador de los pinos situados en las cotas elevadas.

                  

Recientemente mencionamos en el blog algunas de las peculiaridades tanto del relieve como microclimáticas de los pinares eurosiberianos presentes en la vertiente septentrional de la Sierra del Alto Rey (ver entrada blog de enero de 2015: LOS CURIOSOS RÍOS DE PIEDRAS).

Dentro de la masa de pinar que cubre la vertiente norte de la Sierra del Alto Rey, podremos distinguir la parte correspondiente al pinar de altura por el aspecto más achaparrado de sus copas y por permanecer las mismas frecuentemente escarchadas durante buena parte del invierno. Muchos de estos pinos son centenarios, de gruesos y retorcidos troncos, con numerosas ramas dobladas y resquebrajadas fruto del peso de la nieve y de los fuertes vientos imperantes. Todos los árboles e incluso el propio suelo se encuentran muy recubiertos de líquenes.


 
 
En los pinares de altura predominan los ejemplares achaparrados y a menudo presentan gruesas ramas dobladas por la acción del peso de la nieve.

                     


Una morfología muy peculiar es la que presentan los denominados  pinos bandera”. Son aquellos que se encuentran en las partes más venteadas, presentando todos ellos la misma inclinación en el sentido de la dirección de procedencia del viento dominante y encontrándose dicha parte del tronco prácticamente pelada.



 
La morfología que presentan los pinos bandera es inconfundible y siempre los vamos a encontrar en los lugares más expuestos.

                              


Dentro de la masa de pinar silvestre de la Sierra del Alto Rey hay un total de cuatro superficies forestales culminantes en donde dicho pinar se puede considerar como pinar de altura. En la cumbre del Mojón Cimero (1.823 m.), se localiza sin lugar a dudas el mejor rodal de pinar oromediterráneo. Sorprende el aspecto de dicha formación con esbeltos ejemplares de gran porte pese a los crudos inviernos que allí se registran, con abundantes nevadas y fuertes vientos. También podemos encontrar pinar de altura en las cumbres del Poyato-La Cerveguilla y en las inmediaciones de la cumbre del Santo Alto Rey (La Losa-cabecera del barranco de la Peña del Cuervo).

            Llama la atención el curioso pinar de la cumbre de la Loma del Reventón debido a su escasa altitud (loma con cotas que oscilan entre los 1.730 y 1.770 metros de altitud) y por su orientación Nordoeste en lugar de Norte. Dicha loma tiene forma de cuenco, recibiendo directamente el aire frío del NW; captando por lo tanto muy bien tanto la lluvia como la nieve y siendo frecuentes las nieblas de relieve. Los pinos de su cumbre son un magnífico repertorio de gruesos, achaparrados y retorcidos ejemplares, con numerosos pinos bandera moldeados por la fuerza del viento y muy recubiertos de líquenes tanto los pinos como el propio suelo del pinar; síntoma de la alta humedad existente.

 
 
Debido a la peculiar orientación que presenta la Loma del Reventón, el pinar de altura comienza a verse en una cota muy baja; en torno a los 1670 metros de altitud.

                                

LOS ABEDULARES-TEMBLONERAS DE ALTURA:

             En un clima mediterráneo como el nuestro, los abedulares, las tembloneras, las saucedas,…siempre las tenemos asociadas a cursos de agua y manantiales; es decir a formaciones de bosque de ribera. Pero en ambientes de elevada pluviosidad este tipo de formaciones no tienen porqué coincidir estrictamente con cursos de agua y podemos encontrarlas por doquier (por ejemplo los extensos bosques de abedules de Laponia y Siberia).

            Los macizos de Tejera Negra y el Pico del Lobo presentan unas condiciones de humedad ambiental lo suficientemente elevadas como para permitir la presencia de formaciones boscosas de carácter eurosiberiano, tales como sus conocidos hayedos o los escasos reductos de abedulares y tembloneras de altura.

            En aquellas laderas de umbría en donde se registran las mayores precipitaciones y entre los 1.700 y los 1.900 metros de altitud, es decir justo en el límite que separa el piso de los bosques (supramediterráneo) del piso de los matorrales de altura (oromediterráneo) hubo antaño, tanto en Tejera Negra como en el Macizo del Lobo, un cinturón de bosques de abedules que se situaba en esta franja concreta: por encima de los hayedos y robledales húmedos y por debajo de los matorrales de altura de las cumbres.

            Este cinturón de abedular de altura, supone la vegetación climax de la formación y no precisa de la presencia de arroyos ni manantiales. Es decir que las condiciones ambientales son las óptimas para la especie: los abedulares a partir de 1.700 metros de altitud dejan de ser bosques de ribera para ser un bosque de ladera.   

            Pero, ¿Que ocurrió con aquel cinturón de abedulares de altura?. De nuevo los reiterados incendios en las cumbres de las montañas provocados a fin de favorecer la proliferación del pastizal de altura y poder mantener así a la extensa cabaña ganadera trashumante, esquilmaron estos bosques de altura.

            Afortunadamente el relieve del Macizo de Tejera Negra es muy abrupto y los escarpes verticales y crestones de las cumbres han ofrecido una mayor protección del fuego tanto a los hayedos de altura como a los escasos reductos del abedular de altura que se conservan hoy en día.

            Y precisamente eso es lo que nos podemos encontrar hoy en día como testigos de los antiguos abedulares de altura: pequeños reductos de abedular aislados y fragmentados entre los escarpes del cresterío de Tejera Negra.

    
A: Reducto de álamos temblones de altura protegido por los escarpes de Tejera Negra.
B: Sector dentro de un hayedo considerado como “hayedo de altura” e igualmente protegido por el relieve circundante.
A partir de cierta cota altitudinal, los abedules, álamos y sauces ya no se pueden considerar como especies de bosque de ribera.  

                                   
           
            ¿Qué especies engloban o están presentes en estos abedulares de altura?. Junto al abedul (Betula pubescens subsp. celtiberica), en Tejera Negra destacan también especies como el serbal de cazadores (Sorbus aucuparia), el álamo temblón (Populus tremula), el sauce negro (Salix atrocinerea), el fresno de montaña (Fraxinus excelsior), el cerezo aliso (Prunus padus) o el olmo de montaña (Ulmus glabra).

            Como en la actualidad el abedular de altura ha visto reducida su extensión a la más mínima expresión y lo que vemos hoy en día no son otra cosa que pequeños reductos aislados entre sí y al abrigo de escarpes rocosos, a menudo estos reductos los compone una sola especie de las muchas que formaban parte del antiguo abedular: una temblonera por aquí, un soto de serbales por allí, un grupo de abedules por este otro lado,…


 
 
El Abedular de Tejera Negra, único fragmento de cierta entidad del original “bosque de abedules en ladera”. Pese a los incendios, las cortas y las repoblaciones, este abedular conserva su estructura original, siendo de ribera en su parte inferior y de ladera en altura en su parte superior.

                                   


            El magnífico Abedular de Tejera Negra, en el Valle del Zarzas, comienza junto al río siendo abedular de ribera y asciende por el barranco hasta convertirse en abedular de altura o de ladera. Es el único fragmento continuo de abedular de altura que se conserva hoy en día y desgraciadamente sufrió un intenso aterrazamiento para la plantación de pinos y abetos (previa quema del abedular autóctono). Aun así, este abedular supone un destacado refugio de especies de flora eurosiberiana y junto a los abedules, destaca la presencia de una tejeda, de tembloneras y de sotos de serbales y de cerezos alisos.

            En otros puntos del cordal de Tejera Negra (Las Lagunillas, Las Cárcavas, El Talayón,…) o en las fuentes del Jaramilla, podemos encontrarnos con pequeños reductos de abedular de altura, tembloneras o sotos de serbales y de saucedas.  

  
Los relieves alomados de la cumbre de El Cerrón (Macizo del Lobo) no han protegido tan eficazmente al abedular de altura de los seculares incendios provocados para la obtención de pastos. No obstante, aun sobreviven pequeños reductos del mismo en las cabeceras de los barrancos, rodeados de piornales.
 
 
           En el Macizo del Lobo hay mayores desniveles pero los cordales son menos escarpados y las largas lomas ocupadas por piornales, no han podido realizar la función de refugio para el abedular de altura. Los seculares incendios provocados para la obtención de pastos redujeron la superficie de aquellos bosques originales, a diminutos reductos de abedules, de álamos temblones, de serbales y de sauces en las cabeceras de algunos barrancos.

 En la parte superior de los barrancos que descienden de la cumbre del Cerrón, como por ejemplo el Arroyo de Agua Fría, en la cabecera del Valle de los Cantos y en el del Cervunal, en las vertientes del Rayo y El Rocín, o en la base de los circos glaciares de la Sierra Cebollera, podemos encontrar estos pequeños enclaves relícticos de abedules, de álamos, de sauces,…

 
Soto con serbal de cazadores en el Macizo del Lobo; del original abedular de altura, tan solo se conservan pequeños enclaves de carácter relíctico.